Si hay un plato que huele a domingo en casa, ese es el arros amb fesols i naps. Un arroz de cuchara, sabroso y reconfortante, que nos recuerda que la cocina valenciana no solo vive en las paellas, sino también en esas ollas que se preparan con calma y cariño.
Este arroz combina ingredientes sencillos, pero llenos de alma: judías, nabos, cerdo y un buen arroz redondo La Fallera. No hace falta complicarse para conseguir un plato de los de toda la vida, solo respetar los tiempos y disfrutar del proceso. Verás cómo el aroma te lleva directo a esas comidas familiares que no se olvidan.
Y si te apetece seguir explorando sabores tradicionales, prueba también el arroz con pollo al horno o el arroz empedrado, dos recetas con ese mismo espíritu de hogar y tradición que tanto nos gusta.
Antes de encender el fuego, prepara todos los ingredientes con calma, como se ha hecho siempre en casa. Pela y corta en dados la patata, el nabo y el colinabo. Limpia bien los cardos, corta los blanquets y las morcillas. Si usas alubias secas, déjalas en remojo la noche anterior. Este tipo de preparación recuerda mucho al arroz de putxero, con ese carácter contundente y casero que tanto gusta.

En una olla grande, pon a cocer las manitas, la papada y las costillas de cerdo con abundante agua. Déjalas hervir a fuego medio durante una hora y media. Así conseguirás un caldo con cuerpo y sabor, la base perfecta para un buen arroz caldoso.

Cuando la carne ya esté tierna, incorpora la oreja troceada y los cardos limpios. Cocina unos veinte minutos más para que todo se integre bien. Es un paso sencillo, pero clave: aquí se concentra el sabor que luego hará que el arroz esté de rechupete.

Añade a la olla la patata, el nabo y el colinabo en dados. Estos ingredientes aportan ese punto de dulzura y textura que equilibra el guiso. Deja que cuezan unos quince minutos, mientras el aroma empieza a llenar la cocina.

Ahora viene el toque de la casa: el pimentón dulce y una pizca de canela. Remueve bien y deja que se mezclen con el caldo unos veinte minutos. Ese punto especiado tan típico de la cocina valenciana le da una profundidad de sabor que lo hace único.

Incorpora los fesols ya cocidos, junto con los blanquets y las morcillas troceadas. Cocina unos minutos más, lo justo para que los embutidos suelten su sabor y el caldo se vuelva más sabroso y espeso. Ya empieza a parecerse al arroz de toda la vida.

Añade el arroz La Fallera especial para caldosos y melosos, que es el que mejor aguanta la cocción sin pasarse. Remueve un poco para que se mezcle con el caldo y se impregne bien de todos los aromas. Ya huele a domingo.
Durante los primeros cinco minutos, cocina a fuego alegre, sin miedo. Así el arroz empieza a soltar su almidón y el caldo gana ese punto meloso que lo hace tan reconfortante. Eso sí, remueve con cuidado, sin romper los granos

Pasados los cinco minutos iniciales, baja el fuego y deja que el arroz se haga poco a poco. En unos nueve o diez minutos estará en su punto. El truco está en no pasarse: un arroz bien hecho se nota en la textura, ni duro ni pasado.
Apaga el fuego y deja reposar el arroz unos minutos tapado con un paño limpio. Ese ratito final es el que redondea el plato, asentando los sabores. Luego, a la mesa, que un arroz como este hay que comerlo recién hecho y en buena compañía.

El arros amb fesols i naps es mucho más que una receta: es parte de nuestra memoria y de esas comidas que reúnen a toda la familia. Un plato humilde, hecho con ingredientes sencillos y mucho cariño, que refleja la esencia de la cocina valenciana de verdad.
Cocinarlo en casa es volver a los sabores de siempre, esos que huelen a domingo y suenan a cucharas chocando en la olla. Cada paso, desde el caldo hasta el último grano, tiene su encanto y su porqué. Y cuando lo pruebas, entiendes por qué sigue siendo uno de los arroces más queridos de nuestra tierra.
Si te ha gustado esta receta, prueba también el arroz con judías o el arroz con costillas adobadas, dos platos que comparten ese espíritu casero y auténtico que nunca pasa de moda.
Anímate a prepararlo y sigue celebrando la cocina de siempre, la que se hace con paciencia, fuego lento y mucho corazón.